
Tema escabroso si los hay. En la historia el hombre se ha jactado de contar sus hazañas extramatrimoniales en grupos de amigos, en la televisión las novelas y las películas muestran como hombres sucumben ante un escote o un extenso par de piernas con total impunidad. Las mujeres, entre ellas, también han alardeado de quitarle el novio a fulana o el marido a mengana o haberse acostado con un tipo casado.
Queda claro que para cometer infidelidad hacen falta dos personas, de las cuales al menos una debe tener una relación seria con una tercera.
En este mundo machista, el hombre infiel es visto por todos como macho cabrío a excepción de su cornuda y la familia de la misma.
En cambio, la mujer infiel es vista como una prostituta por todos sin excepción incluyendo a su propio amante.
El principio de la fidelidad radica en la confianza. La confianza es la fruta que se cosecha luego de un tiempo de sembrarla y darle la atención que necesita. Es verdad que hay tierras muy crueles en las que este preciado fruto necesita varios años para madurar, como así también es verdad que si uno no cuida su quinta puede ser que falla la cosecha aún faltando 1 segundo para que esté en su punto.
Pero hay una frase mentirosa que se ha hecho carne en la boca de los infieles, y no me la voy a creer.
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