
No se si por suerte o por inacción, nunca publicó nada ni registro algo en su vida, y digo por suerte porque a los pocos días de terminar su creación, encontraba en algún lado una obra similar, que se le había ocurrido alguna vez a alguien que jamás había conocido.
Lo que sentía Ricardo era una extraña mezcla de orgullo y frustración lógica, ya que un libro que a el se le ocurría, acababa siendo un Best Seller, pero escrito por otra persona muchos años antes.
Pero quizás esto no era lo peor. En algunos momentos tenía ideas, situaciones y personajes rondando su cabeza, pero los proyectos se demoraban por falta de tiempo o por considerarlos poco interesantes. Justamente estos eran los que aún no se habían escrito, pero al poco tiempo se los encontraba gozando de un cierto éxito en manos de algún otro.
Lo cierto es que al principio a Ricardo mucho no le importaba, porque en realidad el escribía porque le gustaba. El decía que su profesora de Literatura siempre estuvo equivocada, porque analizaba demasiado a un texto, le ponía nombres de recursos literarios a párrafos que tan solo querían se párrafos y nada mas. Lógicamente reconocía que para escribir hacía falta tener buena ortografía, coherencia y cohesión textual y respetar los tiempos. Adquirido esto solo faltaba la inspiración, porque hasta el exceso de vocabulario era, a veces, una barrera.
Pero, a pesar de amar lo que hacía en sus tiempos libres, le comenzó a incomodar sentir que sus obras era plagios involuntarios. Entonces pensaba demasiado en escribir algo que nunca se le haya ocurrido a nadie, y que a la vez pueda escribirlo rápido para que no le ganen de mano.
Como ya se imaginaran, Ricardo dejó de escribir. Pero no por su propia decisión. Estuvo durante meses buscando una idea original que se le hizo esquiva.
Alguna vez alguien dijo que la inspiración aparece cuando un esta trabajando, y otra persona la modificó diciendo que la inspiración aparece justamente porque te ve trabajando. Pero por algo a la inspiración también las llaman musas. A las musas no hay que forzarlas, ni exigirlas, ni mucho menos obligarlas a darnos lo que queremos.
Ellas estan siempre, pero no hay que equivocarse: Ellas nos eligen a nosotros, no nosotros a ellas.
Ricardo Roseno decidió escribir su última obra. Le puso como titulo, La Ultima Obra, para que no quedaran dudas de que estaba corto de ideas, y en una especie de cuento relató lo que le estaba ocurriendo.
Al terminar su confesión, llegó a la conclusión antes mencionada sobre la inspiración y las elecciones de las musas, pero el en realidad no quería escribir eso, ni tampoco estaba buscando una idea inédita en ese momento. Ricardo solo quería despedirse de la literatura, y fue en ese momento cuando las musas lo fueron a buscar, quizás por lástima o por mérito. No le importó. Entonces entendió que esta no sería la última obra, y cambió su nombre al de Ricardo Roseno, y pasó su confesión como si fuera de un escritor aficionado como él, que en el peor momento de su carrera amateur encuentra la luz al final del camino que le provoca felicidad, aunque sea efímera.
Yo (Alias, Ricardo Roseno)
2 comentarios:
ES un texto taaaan lindo y taaaan real... Lo cierto es que es complicado escribir sobre cosas que otros no hayan escrito ya, pero lo importante es la visión que tiene cada uno de lo que escribe...
Espero que en verdad esta no sea la última obra, porque tus textos son muy lindos :)
Saluditos
¿Es Córdoba un chinchero ardiente en el que no ocurren sino bocetos inacabados de una realidad lejana que pretendemos imitar? ¿No somos más que una multitud por azar aglomerada , sometida a formas frágiles e imperfectas?
FETCH! www.cordobafetch.blogspot.com
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