
Generalmente cuando los encontramos no le prestamos atención, los dejamos abandonados o lo tiramos a la basura, desobedeciendo las señales que nos da nuestro instinto. Quien es jugador de truco, por ejemplo, y encuentra una carta perdida siempre lo relaciona con alguna mano. Al observarla, antes de continuar su camino oirá en su cabeza frases como “truco”, “falta envido”, “flor” o inclusive se decepcionará si la carta hallada no mata ni a una sota, y luego se olvidará.
Parece ser que el destino, a fines del siglo XV, cansado de ser insuperable decidió jugarlo todo o nada, y repartió por todo el mundo naipes de la baraja española.
Tomó sus cartas, las ojeó y esperó sentado en la mesa de un pequeño bar a que alguien se siente a desafiarlo.
Hoy, a principios del siglo XXI, el destino continúa en esa posición. Y nosotros, sordos a nuestra voz interior dejamos pasar reales envidos o flores como si no nos importara el futuro. El destino puso en juego su poder, y el que encuentre las cartas adecuadas, se siente frente a él y le gane la partida tendrá en sus manos la suerte de toda la humanidad.
Pero, ahora que lo saben, no es tan fácil como parece. No alcanza con encontrar los naipes, ubicar el bar donde se encuentra el destino esperando y sentarnos frente a él, porque en realidad no sabemos a que juego estamos jugando. Y si tenemos el todopoderoso As de espada pegado con saliva en nuestra frente, no nos servirá de mucho si estamos jugando a la carta mayor.
Si tiene algo el destino, además de ser indescifrable, es que es muy caprichoso.
1 comentario:
Solo nos queda jugar al juego del destino... y saber luchar para ganarle la mano :)
Saluditos
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