
Una vez que se consiguen todos los elementos se comienza con el ritual del armado. Caños, patas, bases y esquineros se colocan en la posición correcta, y son ajustadas con tornillos, tuercas y con toda la alegría e ilusión de comenzar el verano con el remedio justo para los días de calor.
Pero en algún momento el agua se vuelve turbia y hay que limpiarla, no sin antes estirar ese momento sacando la mayor cantidad posible de insectos, hojas, palitos y demás porquerías flotantes. El día de limpieza es una mezcla de enojo y alegría, porque hay que hacerlo para poder volver a disfrutarla otra vez con el agua transparente.
Los días de calor se van yendo y la pileta queda ahí. Ya esta sucia, pero no importa porque ya no están los días para baños… y se dilata el desarmado por días, semanas y hasta meses. De solo pensar que hay que limpiarla, secarla, entalcarla, doblarla y guardarla hasta el verano siguiente, te deprime. Pero hay que hacerlo, para poder el año siguiente volver a usarla y que este en perfectas condiciones. La pileta Pelopincho es como un buen actor: Te ilusiona, te divierte, te hace reír, te amarga y hasta te puede hacer llorar.
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