Las horas parecen interminables, pero al fin llega el momento. Nos ubicamos en posición, nos preparamos y hasta organizamos un plan para que todo salga redondo.
Estamos frente a frente, cara a cara, ella me mira y yo la miro. Ambos estamos dispuestos a dar ese primer paso, pero le dejamos el lugar al otro. La tensión comienza a subir y ya no aguamos mas. Es el momento. Luego es tarde. Lo estuvimos esperando desde la última vez y atacamos.
Atacamos primero la mesa de los fiambres, Vitel Toné, pollo arrollado, Sushi, jamón crudo y alguna ensalada interesante. Después vamos a las “cosas ricas” y encaramos las rabas, los cornalitos fritos y las papas fritas rejillas.
Esperamos que baje el segundo plato y vamos a las papas a la crema, lomo al champignon, carré de cerdo a la Alemana, Riñoncitos al vino blanco y ya no podemos mas.
Ella me dice: “no otra vez, no de nuevo…”, pero la tiento y vamos directamente a la parrilla. Ya no queda mucho a esa hora pero las costillas, el vacío y el cerdo nunca faltan. Y hacemos lugar para el postre… y nos abalanzamos a la ensalada de fruta, el helado, peras al vino tinto. Si, hay alguna torta rica, y un pionono con dulce de leche y un milhojas que no podemos terminar, aunque quedamos en la pagina 997.
Llegamos así al final. Pagamos el tenedor libre y nos levantamos contentos. Hacemos una cuadra y no podemos movernos. No tanto por la cantidad de alimentos ingeridos sino por la culpa. La culpa que produce la gula. Nos vamos a un barcito y pedimos una cerveza digestiva. Ya son las doce de la noche y nos quedamos sentados, mirando la gente y riendo del mundo. Ya es la hora de los boliches. Comienza la noche… y nos levantamos. Es la hora de la verdad.
Paramos un taxi y nos vamos a dormir.
1 comentario:
Y después de comer todo eso, que otra cosa les queda??
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